La tendencia a visitar la región centroamericana como destino turístico ha propiciado la explotación sexual infantil comercial como entretenimiento para los miles de visitantes de estos parajes. Los infantes ofrecen dulces, pero también favores sexuales.
Dulces ambulantes
Cuando cae la noche en estos lugares turísticos, niños y niñas salen a ofrecer dulces y otras cosas. Menores de 12 a 17 años –que intentan aparentar ser mayores, con vestidos ajustados y mucho maquillaje- mantienen a sus familias con favores sexuales.
Los menores vienen generalmente de familias disfuncionales, en las que se les maltrata si no llegan a cumplir con todas sus ventas. En los peores casos, los infantes han sido agredidos sexualmente en su propia casa por allegados a la familia, o sus madres también han tenido que prostituirse.
Estas situaciones fueron registradas por Unicef. El abuso de menores es un fenómeno común en el seno de las familias de los estratos más desfavorecidos de América Latina, lo que supone, en la mayoría de los casos, un camino directo a la prostitución de estas víctimas.
Se conoce que el 47% de las niñas que se prostituyen han sido víctimas de abusos sexuales y violaciones en sus hogares; casi la mitad de ellas se inicia en la prostitución entre los 9 y los 13 años. Otros factores socioeconómicos y culturales como la pobreza, la escasez de espacios de recreación, la falta de acceso a la educación o la migración, entre otros, facilitan la existencia de una demanda hacia la explotación sexual.
Los menores en situación de riesgo que no tienen acceso a una atención integral en muchos aspectos, se enfrentan a un desconocimiento total sobre sus derechos. También se suma a la problemática que los explotadores de menores suelen ser sus propias madres o familiares, lo que les permite encubrirse al momento en que se presentan ante las autoridades.
Además de la prostitución, los lugares turísticos también propician la pornografía infantil, con estudios improvisados en hoteles y fincas que toleran este tipo de negocios en sus establecimientos.
Ante esta tendencia, países como Nicaragua -con lugares turísticos como Granada- han impulsado un turismo sustentable así como esfuerzos multidisciplinarios, al desarrollar el Código de Conducta para la Protección de Niñas, Niños y Adolescentes contra la Explotación Sexual Comercial en el turismo, suscribiéndose a este acuerdo negocios comerciales cuya actividad principal es el turismo.
Inclusive, han implementado programas que capaciten y sensibilicen en turismo responsable al personal laboral, a través de herramientas para reportar a las autoridades comportamientos sospechosos o un caso de explotación infantil, además de ayudar a las niñas con herramientas de trabajo para que recauden fondos y su proyecto sea autosostenible.
Explotación sexual infantil
La explotación es un tipo de abuso y violencia de índole sexual con fines comerciales, que genera prácticas criminales y un inaguantable sufrimiento a los niños, además de una agresión directa a sus derechos fundamentales, al momento que un explotador se beneficia injustamente de un menor de forma monetaria o por placer personal.
La explotación sexual comercial de menores es un problema mundial que se extiende al tráfico de niños, donde hay reclutamiento, transporte, alojamiento y alimentación por parte del explotador, obligándolos a trabajar en prostíbulos u otros establecimientos. Las zonas geográficas que repuntan en tema de explotación sexual son Asia, Estados Unidos y Sudáfrica, alcanzando a casi dos millones de niños en todo el mundo.
Estos niños sufren de violencia física y emocional que dejan secuelas en la adultez, ya que se sienten rechazados por una sociedad que los abandonó. Por estas razones, es imperante hacer cumplir y acatar el artículo 34 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, estableciendo que los estados deben protegerlos de toda forma de explotación sexual.