Andrés Alí tiene siete años y estudia segundo grado en un colegio marabino. Tiene exposición esta semana y, aunque es muy inteligente, no podrá presentarla.
Al menos no hasta que se le quite la marca que le dibuja con dolor cuatro de los cinco dedos de la mano derecha de su madre, delineados en su mejilla morena, aún inflamada.
El pequeño forma parte de las cifras, sin oficializar por alguna institución, que se acrecentan, cada vez más, para reflejar el maltrato infantil en Venezuela, según expertos.
Aunque pareciera imposible de creer, en pleno siglo XXI cuando existen más y mejores herramientas para la educación y la crianza de los hijos, el maltrato infantil representa una lamentable situación que persiste en los hogares venezolanos, pese a los grandes avances en cuanto a legislación, reconocimiento de derechos y protección de niños, niñas y adolescentes en el marco jurídico criollo.
La cachetada de Andrés Alí esconde la violencia que alcanza a millones de niños en el país y que no necesariamente es evidenciada con los dedos de las madres o padres marcados en sus caritas o cualquier parte del cuerpo, pues este flagelo no solo se manifiesta en forma de violencia física, sino también psicológica, con abuso sexual y hasta en subcategorías, entre ellas la negligencia.
El golpe no vino solo. Estuvo acompañado por insultos y ofensas, con gritos y con una descarga de rabia que explotó bajo el estrés de la madre en este caso. Lo que hace que el efecto no sea solamente la marca en la cara, sino también en la mente y en los sentimientos del menor, que ha pasado de ser un niño sociable y extrovertido a uno retraído y aislado, aun cuando sus propios padres son incapaces de notarlo”, lamenta Isabel A., la docente de Andrés Alí y quien llevó el caso al consejo de coordinación escolar de la institución en la que estudia el menor.
El planteamiento de la maestra es ampliado por la directora de la ONG privada Afecto Venezuela, la psicóloga zuliana María Elena Liebster, especialista en psicología clínica, en terapia de la conducta infantil y en maltrato infantil.
“En el abuso físico siempre hay un abuso psicológico, porque cuando la madre le pega con fuerza, casi siempre viene acompañado del insulto, grosería. En Venezuela se tiene todavía la cultura de que la manera de diciplinar es a través del castigo físico, es pegarle. Al punto de que no se considera un maltrato. ‘Si tú sabes pegarle, no hay problema’, dicen. Y eso es totalmente errado. No existe una manera ‘adecuada’ de pegarle a un niño”.
La psicóloga resalta que tampoco es acertada la tendencia que sostiene que si a los padres les pegaron en la infancia y no les ‘pasó nada’, entonces también hay que hacerlo con las generaciones siguientes. “Las consecuencias de que les hayan pegado son precisamente aquellas que, en algunos casos, no siempre, los convierte en padres maltratadores”, agrega Liebster.
De igual forma se estila someter al menor al maltrato psicológico, en la mayoría de los casos por desconocimiento y falta de herramientas de los padres para sobrellevar una situación específica con el pequeño. Según explica la experta, éste es el tipo de maltrato más difícil de detectar porque no existe evidencia, es decir, no genera una marca de violencia física que deja constancia de que el niño o la niña fueron víctimas de violencia.
“No existe una regla exacta para determinar cuando un niño es maltratado psicológicamente. Sin embargo, las secuelas pueden darse a corto, mediano y largo plazo. Cuando al niño se le descalifica, le dicen que es bruto, que no va a llegar a nada, que es un inútil, que es necio —y eso se hace constante— evidentemente se genera un golpe en la conciencia del menor, mucho más cuando esas palabras vienen de sus propios padres, la figura modelo a la que se supone que ellos siguen y tienen como referente tanto para lo bueno como para lo malo. ‘Si mi papá o mi mamá lo dicen es porque así es”, detalla la también especialista en terapia familiar, derechos del niño y manejo de la violencia en las escuelas y promoción del buen trato.
Al salir, junto con su hija de cuatro años, de su tercera consulta de terapia familiar en una clínica ubicada al norte de Maracaibo, Mónica no podía creer que una de las principales causas de las rebeldías de su pequeña era el maltrato psicológico que ella misma le ocasionaba.
“Pensaba que con decirle que si no se portaba bien no la iba a querer más, o me iba a ir de la casa y a ser la mamá de otros niños ella se iba a portar mejor. En vez de conversar con ella y educarla y escucharla desde el amor, le daba la espalda durante sus pataletas y me ponía a hacer otra cosa. Pero no. Resulta que le estaba haciendo un daño peor y yo no podía verlo por mi falta de información. Se volvió aún más rebelde. Lloraba por todo, se puso agresiva, tímida en su colegio y temerosa de relacionarse con otros niños. Y pensando que la causa era la escuela, busqué ayuda profesional. Resulta que quien era la fuente de todo, sin saberlo, era yo”, relata la madre, de 29 años, conteniendo una lágrima que delataba su sentimiento de culpa, aún después de tres terapias.
Así como en el caso de Mónica, el desconocimiento puede llegar a ser mayor, hasta omitir que las consecuencias por maltrato infantil psicológico pueden llegar a desencadenar enfermedades mentales a futuro que van desde cuadros depresivos hasta esquizofrenia. “Anteriormente existía mucho la creencia de que a los niños se les olvidaban las cosas. Y resulta que a medida de que salen investigaciones, sobre todo en el área neurológica, se determina que no es así. En Estados Unidos se han hecho varios estudios, y uno que fue planteado el año pasado en California demostró que, en algunos casos, la obesidad en la etapa adulta se relaciona con el maltrato en la infancia. Se trata de adultos que bajan de peso y suben de nuevo porque recurren al abuso de la comida para aliviar las tristezas, las rabias, frustraciones; y así, desde el punto de vista del psicoanálisis, crear una ‘doble piel’ que los protege del dolor”, explica Liebster.
Acciones como la falta de atención; el descuido con la ropa, la alimentación y la falta de interés por la documentación legal del niño figuran como las propias para determinar el maltrato infantil por negligencia por parte de los padres o tutores del menor. La directora de Afecto Venezuela agrega, además, que se debe tomar en cuenta que todos los tipos de maltrato pueden darse fuera del núcleo familiar también, inclusive, puede existir la violencia entre pares, dada cuando el victimario es otro niño, por lo que recomienda la atención no solo por parte de los padres, sino también de los docentes.
Evitar la paranoia, pero no dormirse si se observa algún cambio en la actitud del niño es de suma importancia, según recomienda la psicóloga, especialista en terapia familiar, Xiomara Caldera. “Debemos estar atentos ante los cambios repentinos en el comportamiento de nuestros hijos, de nuestros alumnos, del niñito vecino, evitando la apatía ante este fenómeno que ha existido desde siempre, pero al que tenemos que hacerle frente, pues las consecuencias negativas se evidencian a corto o largo plazo y, aunque no se llevan cifras oficiales ni se tienen suficientes instituciones especializadas en el tratamiento, se sabe que persiste por razones que varían y pueden ir desde la falta de herramientas de los padres para criar, hasta secuelas del comportamiento de unos progenitores que en su infancia fueron maltratados”.
Como receptor de denuncias, en Venezuela existe el Consejo de Protección del Niño, Niña y Adolescente, además de otras instancias que, además de procesar los casos tienen la tarea de brindar orientación y tratamiento a los menores y sus familias. “Sin embargo, esto no sucede así. En el sector público no se está prestando ahorita tratamiento por maltrato infantil. Al menos no como se debe, pues, la demanda es bastante alta y no contamos con una plantilla de profesionales completa. Faltan muchos más especialistas en el área. Eso tiene que ser un tratamiento de por lo menos seis o siete meses; donde se debe trabajar sentimientos de culpa, relación con el victimario, autoestima, seguridad en sí mismo, protección cuando hablamos sobre abuso sexual, herramientas para que se proteja, se trabaja con la familia, porque evidentemente en el caso de abuso sexual hay un sentimiento de culpa en los padres terribles”, relata Caldera.
En el caso de Maracaibo, el Consejo de Protección al Niño, Niña y Adolescente no lleva un registro canalizado ni clasificado de cuántas denuncias se reciben por maltrato infantil en la capital zuliana, según se constató en visita a la institución, en la avenida El Milagro. “Se tienen los casos, pero no por clasificación sino por derechos”, explicó la directora, Marisol López.
Mientras tanto, a Andrés Alí y su mamá los visita la maestra Isabel, en espera de que la mujer busque ayuda profesional y de que al niño se le borre la marca de la cara y, sobre todo, de la memoria y el corazón.
Fuente: Panorama