Las polémicas «bodegas de bebés» en Israel

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En lo que puede ser un refugio antibombas convertido en apartamentos en Tel Aviv, la capital comercial de Israel, hay un espacio oscuro, húmedo y maloliente donde suena música a todo volumen para ahogar el miserable llanto de lo que, en ocasiones, suelen ser hasta 100 menores a cargo de apenas un par de niñeras sin preparación.

Aquí, inmigrantes africanas ofrecen servicios de guardería a «precios módicos» a miles de otros africanos indocumentados que tiene que abandonar a sus hijos durante largas horas mientras se ganan el sustento trabajando.

Estas son las «bodegas de bebés», conocidas también como «estacionamientos de niños», llamadas así por los medios locales y organizaciones de derechos humanos que han denunciado las condiciones de hacinamiento y abandono.

Hay decenas de estos establecimientos y, a comienzos de año, en tan sólo un mes y medio, cinco bebés murieron en estas guarderías piratas.

Un grupo de beneficencia llamado Unitaf ha organizado centros de guardería y cuidado preescolar pero dicen que hay mucho más por hacer.

Sin estatus y sin derechos

Según la ONU, Israel alberga unos 53.000 refugiados africanos, la mayoría indocumentados que entraron al país por la frontera con Egipto. Según las cuentas, 36.000 son de Eritrea y 14.000 de Sudán.

Migran a este país porque es el único de la región con un alto estándar de vida al que se puede llegar caminando.

Pero Israel no los quiere allí y pocas veces les otorga asilo político, dejando a la mayoría en un estatus incierto, al margen de la sociedad.

Para ganarse la vida trabajan largas horas, en varios empleos, algunas veces en sitios muy apartados y se ven forzados a dejar a sus hijos en el cuidado de otros.

Como muchos no tienen cómo pagar guarderías autorizadas con el poco dinero que ganan, tienen que recurrir a las «bodegas» donde las niñeras no tienen preparación ni equipos necesarios para cuidar adecuadamente de los menores.

Los bebés pueden estar desde horas, hasta días y semanas seguidas en condiciones miserables.

Iris Alter, trabajadora de Unitaf, una fundación que auspicia el cuidado de menores sin estatus israelí, dijo a la BBC que los niños pueden pasar horas dentro de sus cunas, en condiciones insalubres, sin equipos apropiados.

«Se puede uno imaginar el efecto adverso que pueden tener estas niñeras sobre el desarrollo mental de estas criaturas», comenta.

Hay falta de estímulo o contacto físico, muchas veces los niños tienen sus caras pegadas a una pantalla de televisión y, como no hay suficiente atención, no hay como alimentar a todos y terminan sufriendo de mala nutrición.

«Usualmente debe haber una niñera por cada tres a seis niños y ella debe estar supervisada. Pero en estos lugares puede haber una, dos, máximo tres, encargadas de entre 20 a 50 bebés», indica Alter.

Única alternativa

Iris Alter resalta que en Israel no hay educación ni cuidado público para niños de temprana edad, hasta los tres años.

Los propios ciudadanos israelíes que tienen hijos pequeños y quieren salir a trabajar, tienen que encontrar una solución privada. Pero, mientras los israelíes pueden pagar por guarderías privadas o pueden contar con la ayuda de sus padres, estas comunidades inmigrantes no tienen ningún estatus y, por ende, ningún acceso a la seguridad social.

«Muchas veces el padre o la madre se queda sola porque su pareja ha sido deportada y no saben o no han aprendido cómo cuidar niños a temprana edad como se hace en Occidente».

Las mujeres que se ofrecen para cuidar a los niños son trabajadoras migrantes, generalmente de Ghana, que tienen que buscarse la vida.

Para pagar arriendo, comer y mandar un poco de dinero a casa, tienen que hacerse cargo de muchos bebés, sin tener suficiente preparación o equipos.

«No es con una mente criminal que lo hacen o para aprovecharse de la situación. Es el resultado de la pobreza y falta de oportunidades», asegura Alter.

Aunque se caracterizan por antihigiénicas y escuálidas, estas guarderías sin licencia no son del todo ilegales, pero no cuentan con ningún tipo de supervisión de parte de las autoridades.

No las cierran, sin embargo, porque son la única alternativa económica para las familias indocumentadas.

«Se tiene que presentar otra alternativa porque, si cierran una guardería, inmediatamente abrirían otra al día siguiente sin que nos demos cuenta dónde queda».

Una medida que está ensayando Unitaf es invitar a las mujeres que administran a las niñeras a que transfieran sus guarderías a centros bien equipados y manejados por la municipalidad donde dan capacitación, apoyo y, mejor aún, supervisión para ayudarles a crear un mejor lugar.

Sin embargo, todavía hay mucho por hacer, mientras las «bodegas de bebés» continúan multiplicándose.

Lea más en BBC Mundo.

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