Miss Tanguita: el concurso con el que Colombia tardó más de 20 años en indignarse

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Es el concurso del que todo el mundo parece estar hablando. Y no es para menos.

Se llama «Miss Tanguita» y pone a desfilar a niñas entre los 5 y 11 años en traje de baño, frente a una multitud en la que generalmente no faltan los borrachos.

Imágenes del certamen, celebrado en el municipio colombiano de Barbosa, empezaron a circular el fin de semana y la indignación rápidamente se hizo sentir en las redes sociales.
Pronto medios de comunicación e instituciones del Estado también gritaron «escándalo» y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la Procuraduría y la Fiscalía General de la Nación anunciaron sendas investigaciones y prometieron castigo para los involucrados.

Y hasta la prensa internacional se hizo eco del tema, que fue reportado por medios como Russia Today, The Strait Times de Singapur, The Japan Times o The Korea Herald, sólo por mencionar unos cuantos.
Pero hay un detalle: según la alcaldesa de Barbosa, Rocío Galeano, el concurso viene celebrándose tal cual desde hace más de 20 años.
¿Por qué es entonces sólo hasta hoy que captura la atención y es motivo de investigaciones y escándalo?
«Normal»
Parte de la respuesta puede encontrarse en la normalidad con la que muchas de las personas vinculadas al evento –parte del multitudinario Festival del Río Suárez, donde anualmente también se celebra el más conocido «Miss Tanga»– ven el certamen.

«¿Qué niña no sueña con ser princesa o reina?», le dijo por ejemplo al diario local El Tiempo la madre de dos niñas que participaron en el concurso de este año.

Y las sorprendidas autoridades locales también defendieron el «Miss Tanguita», arguyendo que el objetivo del concurso no podía estar más lejos de la supuesta promoción de la explotación sexual de menores de la que están siendo acusadas, pues dicen con el mismo lo que buscan es incentivar el cuidado del cuerpo y vincular a las pequeñas a causas medioambientales.

De hecho, el arraigo del concurso es tal que hasta la propia portavoz de la municipalidad, Tatiana Smith, reconoció haber participado en el mismo durante su niñez, obteniendo incluso el título de virreina.

Y dado que se calcula que al Festival del Río Suárez atrae a unas 150.000 personas todos los años, no deja de ser muy diciente que durante dos décadas nadie se haya sentido impulsado a sonar una campana de alarma.

Sexualización y explotación

Razones para preocuparse, sin embargo, hay varias, desde las más generales, por la prematura sexualización de las pequeñas, a las propias de un país donde el abuso y la explotación sexual de menores sigue siendo un problema grave.

Solo que en esta oportunidad la sorpresa e indignación de algunos particulares parece haberse juntado con el poder movilizador de las redes sociales y una agenda noticiosa vacía en un país donde medios y comentaristas andan constantemente a la búsqueda de la indignación de turno.

Y, ciertamente, el desafortunado nombre del concurso –»Miss Tanguita»– también parece haber contribuido a poner en evidencia una práctica que de hecho no es exclusiva de Barbosa: según la directora del ICBF, Ana Cristina Plazas, a raíz del escándalo han recibido denuncias de certámenes similares en otras municipalidades.

Curiosamente, sin embargo, son muy pocos los que han extendido su crítica a otros certámenes infantiles de belleza en general o a los reinados que llenan la agenda cultural colombiana.

Y menos aún son los que hacen la conexión entre la existencia de «Miss Tanguita» y el hecho de que en este país los noticieros le dan más espacio a esos reinados –o a secciones de «estilo» – que a las noticias internacionales.

El debate sobre los méritos y riesgos de la exhibición pública de menores, además, tampoco es nuevo: ya se dio, por ejemplo, en 2012 cuando el gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, decidió prohibir los reinados de belleza en las escuelas del departamento.

Y, en ese entonces, muchas voces también defendieron los concursos con argumentos muy similares a los empleados por las familias y autoridades de Barbosa en estos momentos.

Sin mirar para atrás

Sin embargo, cuando de noticias –o de indignarse– se trata, Colombia rara vez encuentra el tiempo para ver hacia atrás.

Y eso sólo garantiza futuras nuevas indignaciones pues la atención de medios e instituciones termina concentrándose en los culpables de episodios particulares en lugar de en los problemas de fondo, haciendo que estos tarden mucho más en abordarse.

Por ejemplo, desde que llegué a Colombia lo he visto pasar con los conductores borrachos y con los ataques con ácido, por mencionar sólo algunos temas.

Y algo me dice que probablemente volverá a pasar con eventos como el de este fin de semana.

Y probablemente eso dice tanto o más del país –y también debería preocuparlo igual– que un concurso en el que un grupo de niñas desfila en traje de baño.

Fuente: BBC Mundo

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